Dentro de sólo ocho años, Chile concentrará el 70% de la superficie mundial de telescopios. Una posición envidiable para la cual el país ya se está preparando.
Atrás quedó la época en que los astrónomos establecidos en Chile se podían contar con los dedos de la mano, y donde todo el personal de los grandes observatorios eran extranjeros.
Un artículo publicado en el último número de la revista Physics Today destaca el nuevo rol que está adquiriendo el país como anfitrión de la docena de observatorios profesionales que se han instalado desde los años 60, y de los que están por llegar, incluyendo el Telescopio Europeo Extremadamente Grande (E-ELT), el Observatorio de la Universidad de Tokio Atacama (TAO), el Telescopio del Cerro Chajnantor en Atacama (CCAT), el Telescopio Gigante Magallanes (TGM) y el Gran Telescopio para Rastreos Sinópticos (LSST).
Lo corrobora Mónica Rubio, directora del Programa de Astronomía de Conicyt y astrónoma de la U. de Chile: “En 2020 Chile va a ser el centro mundial de la astronomía y vamos a tener proyectos que implicarán una inversión en infraestructura de US$ 6 mil millones”. Por eso, agrega, la astronomía ha sido declarada un área estratégica para Chile, a la que Conicyt está destinando US$ 1 millón anual para proyectos de investigación.
La dinamización ya se nota. En la última década se multiplicaron las universidades que dictan estudios de astronomía (ver recuadro), la comunidad de astrónomos profesionales establecidos en el país sobrepasó el centenar, y en los observatorios cada vez son más los profesionales chilenos.
Antonio Hales, astrónomo de Operaciones Científicas del Proyecto Radioastronómico ALMA lo ve a diario. “El 10 a 15% de los astrónomos aquí, somos chilenos, y también lo son más del 90% de los ingenieros que trabajan en la integración de antenas, verificación de instrumentación y puesta en marcha del observatorio. Su competencia y preparación es algo que destacan nuestras contrapartes extranjeras”.
A esto se suman las primeras iniciativas de desarrollo de instrumentación “made in Chile”, incluyendo un receptor para ALMA, software para el manejo de datos que descargará el LSST, diseño de cámaras para el TGM e instrumental para el monitoreo de turbulencias atmosféricas, entre otros que se desarrollan en universidades del país; tendencia que a juicio de Physics Today “podría impulsar otras industrias y la economía”.
Patricia Arévalo, presidenta de la Sociedad Chilena de Astronomía, agrega el potencial en otras áreas asociadas a los observatorios, “desde el transporte de personas y materiales, hasta la formación de profesionales calificados para mantener los instrumentos”.
Para prepararse, señala Rubio, el programa, junto a otros dependientes de los ministerios de Economía y Relaciones Exteriores, entregarán en marzo “una hoja de ruta donde definimos las condiciones necesarias para que Chile pueda integrarse de forma más participativa a los proyectos astronómicos”.
Más opciones académicas
En el ámbito académico, 2002 marcó un punto de quiebre para la astronomía. Ese año la U. de Chile dejó de ser la única universidad que ofrecía el postgrado. A ésta, hoy se suman otras seis: las universidades Católica, de Concepción, de Valparaíso, Católica del Norte, de La Serena y Andrés Bello.
Según datos de Conicyt, esto significó saltar de una veintena de académicos y estudiantes de postdoctorado en 2001 a cerca de 110 en 2011. Si se agregan los estudiantes de pregrado, magíster y doctorado, la cifra supera los 600.
“De aquí a 2020, los astrónomos profesionales tienen que duplicarse en Chile y lo más probable es que eso ocurra con nuevas universidades -incluyendo privadas- que abran grupos de astronomía y nuevos puestos de trabajo”, anticipa la astrónoma Patricia Arévalo.
Antonio Hales destaca que la calidad de los profesionales que se están formando en Chile, les permite “competir al mismo nivel que los de cualquier país desarrollado”.
Fuente: El Mercurio
Crédito imagen: ALMA (ESO/NAOJ/NRAO)/L. Calçada (ESO)