Desde el 1 de julio y por 132 días, el buque Cabo de Hornos realizará más de 20 estudios en la costa chilena. La nave es la primera en el país capaz de investigar en tres áreas: pesca, oceanografía e hidrografía.
El 26 de febrero de 2010, el buque AGS 61 Cabo de Hornos se había vestido de fiesta. Las banderas chilenas adornaban toda su cubierta en el muelle de Talcahuano, a la espera de que, al día siguiente, las autoridades comandadas por la madrina de la nave, la entonces Presidenta Michelle Bachelet, realizaran el tradicional bautizo de la nave.
La ceremonia nunca se realizó. Producto del terremoto y tsunami del 27 de febrero, la embarcación -que se había comenzado a construir en 2008- quedó varada a 400 metros de su sitio original, con daños importantes y sin posibilidad de cumplir su fecha de entrega, programada para 2011.
Once meses después, tras un salvataje express, que costó seis millones de dólares, cubiertos por el seguro, comenzó su reparación.
Hoy, el Cabo de Hornos, el nuevo buque científico del país, está en manos de la Armada desde el 2 de abril y el 1 de julio, sin ceremonia previa, saldrá a navegar en su primera misión científica,que lo mantendrá cuatro de los siguientes seis meses realizando investigaciones con un diseño y tecnología más modernos de Sudamérica.
Alma noruega, cuerpo chileno
El comandante del Cabo de Hornos, Alvaro Carrasco, se encuentra ultimando los últimos detalles antes de zarpar. El hito no es menor. El buque viene a reemplazar al antiguo buque Vidal Gormaz, presente desde comienzos de los 90 y que ya se había quedado obsoleto, tanto en instrumentos como en su construcción. “Llegamos al punto en que ya no había repuestos para reemplazarlos”, dice Carrasco a La Tercera.
Así es como surgió la necesidad de crear una nueva nave, la que primero fue diseñada a través de un sistema llamado RAN -requerimientos de alto nivel-, que luego fue licitado.
La compañía noruega Skipstekniks, con experiencia en este tipo de embarcaciones, realizó el diseño final, el que fue entregado a Asmar, que lo concretó.
La nave no sólo será más resistente y moderna en cuanto a sus materiales, sino también en su uso: tendrá cuatro áreas de investigación simultáneas, en comparación con una que tenía el buque científico anterior. Además de estudios de oceanografía, hidrografía, pesca científica y recuperación de boyas de investigación.
La tecnología del Cabo de Hornos es tal, que es capaz de mantenerse estático en el océano, gracias a un sistema de propulsión que hace que la toma de muestras sea mucho más precisa. “Antes teníamos que usar cinco mil metros de cables para realizar una medición de tres mil, sólo porque el buque se desplazaba con la marea”, comenta el comandante.
Fue este potencial científico el que motivó a nombrar la nave como una de las rutas navegables más famosas de Chile. “Sabemos que la divulgación científica incluye siempre el nombre de la embarcación donde se realizó el estudio. Así es que vimos acá una gran oportunidad de difundir el nombre de Chile nombrando el buque como Cabo de Hornos”, explicó Carrasco.
Y aunque la administración y manejo del buque son por parte de la Armada, se trata de una embarcación creada para el uso civil, un uso que a partir del segundo semestre comenzará a utilizarse casi sin descanso.
Los Proyectos
El Cabo de Hornos fue diseñado para pasar 260 días de investigación en el mar y alojar a 25 personas para trabajar, dejando a las 41 personas restantes como operarios navales de la nave.
Las instituciones civiles que cooperaron con la construcción del proyecto fueron el Comité Oceanográfico Nacional -Cona-, el Instituto de Fomento Pesquero e incluso, el Ministerio de Relaciones Exteriores, sumando, además, al Shoa.
Cada una de esas organizaciones tiene una misión asignada durante este segundo semestre en 132 días de navegación, parecido a lo que un buque realiza en todo un año, comentó Carrasco.
La primera misión se realizará entre el 1 y el 20 de julio, entre el Seno de Reloncaví hasta Boca del Guafo, cerca de Chiloé, y fue adjudicada a proyectos del Cona.
Danitza Guerra, del Cona y parte de la organización del primer viaje de la nave, dijo a La Tercera que miembros de las 22 instituciones permanentes del Comité Oceanográfico Nacional y cinco colaboradores postularon sus proyectos científicos, los que fueron evaluados por su importancia, metodología y por si se adaptan o no al viaje mismo.
Finalmente, 19 proyectos postularon y todos fueron aprobados, los que van desde investigaciones sobre el zooplancton, hasta estudios de materia orgánica.
Tras esa misión, del 1 al 31 de agosto, el Cabo de Hornos realizará su primera investigación pesquera: estudiará el estado de diferentes tipos de merluza, como la del Sur, de Cola y de tres aletas.
Y entre el 30 de septiembre y el 30 de noviembre, se dirigirá a Isla de Pascua, para estudiar la plataforma continental de la isla, cuyos resultados podrían significar extender el mar territorial del país. “En este caso, el busque buscará antecedentes para poder presentarlos a Naciones Unidas y poder lograr que Chile tenga más mar”, contó el comandante.
Su última misión del año, del 1 al 8 de diciembre, se vincula directamente con su historia: irá a la costa frente a Pisagua, a realizar mantenimiento a la boya DART, que estudia y genera alertas para tsunamis. Una misión que habría sido muy compleja sin la tecnología del Cabo de Hornos, debido a que la boya se encuentra a 5 mil metros de profundidad.